Hoy he dado muchas gracias a Dios por Benjamín Franklin. Esta mañana se ha ido la luz y de repente he visto la cantidad de “aparatejos” que usamos.
Para empezar no tocó el reloj. No funcionaba el microondas, ni el tostador de pan. No funciona el cargador del movil, ni el agua caliente, ni la vitrocerámica, ni el ascensor…no importa porque eso nos ayuda a valorar la cantidad de cosas que tenemos y cuando faltan…no pasa nada, después de la primera reacción quizás de enfado, uno reconoce que antes no tenían todo esto y vivían igual y tan contentos. Solo es poner buena cara, sonreir y a seguir viviendo.
Después de darme cuenta de lo que supone “no tener luz”, pienso lo que sentirá la gente que no tiene como referente en su vida a “La Luz” que es “Cristo” tiene que sentirse sin norte, sin horizonte, ciega…
El otro día me han traído a casa un perro cieguito y me dio mucha pena ver como iba reconociendo el territorio que era un porche pequeño e iba dándose contra todas las paredes…así nos sentimos a veces, desorientados, ciegos…
A mi me ayuda esta reflexión de un libro de San Josemaría, un nuevo santo que nos recuerda que podemos ser santos en medio del mundo, con lo ordinario…
Hijos de Dios. –Portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras. –El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine... De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna. (Forja, 1)
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