Benedicto XVI a los jóvenes: «Tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe»

martes, marzo 08, 2011

SI FUERAMOS...LA CUARESMA SERÍA...



-Si fuéramos automóviles, la Cuaresma sería el tiempo de cambiar el aceite y afinar el motor.
-Si fuéramos jardines, la Cuaresma sería tiempo de fertilizar nuestra tierra y arrancar las malas yerbas.
-Si fuéramos alfombras, la Cuaresma sería tiempo de darles una buena limpieza con el aspirador o una buena sacudida.
-Si fuéramos baterías (pilas), la Cuaresma sería tiempo de recargarlas.
Pero no somos ninguna de estas cuatro cosas:
-Somos personas que, quizá, muchas veces hemos hecho cosas malas y necesitamos arrepentirnos de ellas. De aquí la necesidad de hacer una buena confesión.
-Somos personas que muchas veces nos dejamos llevar por nuestro egoísmo y que, por lo tanto, necesitamos empezar a pensar en los demás. De aquí la necesidad de la limosna.
-Somos personas que muchas veces perdemos de vista el fin para el que fuimos creados por Dios.
Necesitamos, pues, recobrar la vista. De aquí la necesidad de la oración.
FUENTE: WEBCATOLICODEJAVIER.ORG.

QUE OS PARECE SI REPASAMOS...


UNA CITA CON DIOS

Jesús, empieza hoy el tiempo de Cuaresma, ese tiempo previsto en la Iglesia para prepararme a vivir los días de tu Pasión, Muerte y Resurrección, que son los días centrales del año.

La Cuaresma son cuarenta días en los que, imitando aquellos cuarenta días que pasaste en el desierto antes de empezar tu predicación, he de intentar unirme más a Dios con la oración y el ayuno.

Hoy es miércoles de ceniza.

En una ceremonia especial, en la Misa, el sacerdote me pone ceniza en la cabeza mientras me dice: «acuérdate que eres polvo y al polvo has de volver».


Jesús, hoy es un buen día para darme cuenta de que soy tierra, polvo, nada; y que en pocos o muchos años seré un montón de cenizas como ésas que me han puesto hoy.

Hoy es un buen día para preguntarme: Jesús, ¿qué estoy haciendo con mi vida?; ¿cómo estoy aprovechándola para cosas que valgan la pena de verdad?

Y ante lo mucho que tengo que rectificar, me doy cuenta de que he de purificarme con más oración, con más sacrificio.

2º. «La muerte llega inexorable. Por lo tanto, ¡qué hueca vanidad centrar la existencia en esta vida! Mira cómo padecen tantas y tatos. A unos porque se acaba, les duele dejarla; a otros, porque dura, les aburre... No cabe, en ningún caso, el errado sentido de justificar nuestro paso por la tierra como un fin.

Hay que salirse de esa lógica, y anclarse en la otra: en la eterna. Se necesita un cambio total un vaciarse de sí mismo, de los motivos egocéntricos, que son caducos, para renacer en Cristo, que es eterno. (Surco.-879).

Se necesita un cambio total, un cambio de lógica.

Esto es lo que la Iglesia me presenta con el miércoles de ceniza: vale la pena vaciarse de uno mismo, de los motivos egocéntricos, que son caducos.

Pero eso cuesta.

Necesito entrenarme si quiero ganar en ese deporte espiritual, en esa lucha cotidiana por cumplir tu voluntad y no la mía.

Parte de este entrenamiento es el dominio de los sentidos a través de la mortificación y, en concreto, del ayuno y la abstinencia.

Por eso la Iglesia introduce estas prácticas en su cuarto mandamiento.

«El cuarto mandamiento (ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas; contribuye a hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón». (CEC. 2043).

Hay dos días en el año en que el ayuno obliga a mayores de dieciocho años y menores de sesenta: el miércoles de ceniza y el viernes Santo. Esos días, salvo que no convenga por razones médicas, el ayuno consiste en no hacer más que una comida al día, si bien se permite un ligero desayuno y una ligera cena.

Además, estos dos días y todos los viernes de Cuaresma son días de abstinencia. La abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años y consiste en no comer carne, ofreciendo este pequeño sacrificio a Dios.

El ayuno, como cualquier otra mortificación, además de lo que supone de dominio de los sentidos, me une al sacrificio de la Cruz.

Jesús, cuando te ofrezco una pequeña mortificación, te estoy imitando en tu entrega en la Cruz.

Por eso, el viernes Santo, el día en que mueres por nosotros, es un día de ayuno.

Que me sepa concretar para este tiempo de Cuaresma unas pequeñas mortificaciones que me ayuden a purificarme y a unirme más a Ti: mortificaciones en las comidas, en detalles de orden, de puntualidad, de servicio, de sobriedad en el uso de los medios materiales, etc...

Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona.

SOLO FALTAN...

"LAS VERONIQUESAS"


EN PLENO SIGLO XXI, OTRAS "MUJERES" VALIENTES

primera foto oficial de Iesu Communio.
Las 177 monjas del nuevo instituto religioso fundado por Sor Verónica Berzosa posan por vez primera, con el nuevo hábito de tela vaquera, pañoleta azul y cordón blanco sin los tres nudos franciscanos, como adelantamos en RD el pasado día 23 de enero. Radiantes, las "veroniquesas" , perfectamente ordenadas, lucen nuevo vestuario y nuevo lema, sacado de la carta de San pablo s los Filipenses, que resume su presentación al mundo: "Brilláis como lumbreras en medio del mundo, mostrando la razón para vivir" (Flp 2,15).
En primer término y sin pañoleta en la cabeza aparecen las novicias y postulantes. Todas jovencitas y sonrientes. Entre ellas, una joven de color. Lucen todas ellas pelo largo en melena o recogido y un colgante al cuello con una cruz.

Inmediatamente después, las hermanas profesas, tocadas con la pañoleta azul y, por lo tanto, con el pelo ya cortado. Entre ellas, varias hermanas ancianas, las ex clarisas de Nofuentes y Briviesca. Sentada, en el segunda fila, empezando por el final, Sor Verónica Berzosa, la fundadora y alma mater del nuevo instituto religioso.




La clarisa Verónica Berzosa es una mujer bella. Grandes ojos verdes en un rostro limpio, de tez morena, curtida. Influida por la vocación de su hermano, y ayudada por un sacerdote claretiano, ingresó a los 18 años en Lerma, un convento para el que no había vocaciones desde hacía 25 años, pero ella marcó un punto de inflexión. A los pocos años fue nombrada maestra de novicias, y hoy casi 140 religiosas forman la comunidad en el monasterio de la monumental villa cortesana burgalesa.

Verónica Berzosa recibe innumerables visitas en el locutorio del convento, pero rechaza entrevistas con la prensa. Sólo ha hecho una excepción, el sábado 14 de mayo de 2005, cuando realizó una de las poquísimas salidas del convento para asistir a la ordenación episcopal de su hermano Raúl. Aquel día habló con LA NUEVA ESPAÑA para afirmar que se consideraba «la mujer más feliz de la tierra; Jesucristo ha sido mi aliento, mi vida, mi latir, mi sentir». Y también se refirió al origen: «A los 18 años lo tenía todo, me iba fenomenal con las notas, practicaba baloncesto, hacía teatro, salía con chicos, pero nada pudo colmar lo que ha llenado Jesucristo en mi vida y en la de mi hermano Raúl». Y confesó sentirse algo aturdida, porque «hace 14 años, desde la muerte de mi padre, que no me juntaba con toda mi familia. Estoy en clausura y me ha desbordado un poco todo».

En la actualidad son tantas las clarisas de Lerma que el cenobio se desdoblará en breve. Unas 100 hermanas, las que están en formación -postulantes, novicias y junioras- se trasladarán al convento de La Aguilera, cerca de Aranda de Duero (Burgos) -localidad natal de los Berzosa-, a un antiguo convento franciscano en reconstrucción, donde yacen los restos de San Pedro Regalado, patrono de Valladolid y de los toreros. La vitalidad vocacional de Lerma se traduce en un dato: las que se trasladarán a La Aguilera son todas más jóvenes que Verónica Berzosa, que permanecerá en el convento matriz.
Y en Lerma, las labores habituales de un monasterio se completan con mucho trabajo de locutorio. «Pasan como unos doscientos o trescientos jóvenes todos los fines de semana, sin convocarlos. Ellos piden venir, llegan en autobuses. Damos testimonio de nuestra vida, alguna de nosotras cuenta la vocación. Nos preguntan sobre la fe, sobre Dios».