Benedicto XVI a los jóvenes: «Tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe»

jueves, junio 07, 2007

Y tu... ¿Qué respuesta le estás dando a la vida?

Tal vez más de alguna vez te has hecho la pregunta que leíste al inicio, ¿porqué no creer en mí? Vivimos en una sociedad que no nos ama por lo que simplemente somos como personas, una sociedad que, como mujeres, nos presiona a ser eternamente lozanas, a ser envidiablemente delgadas y brillar como una estrella en el campo profesional. Bajo este pensamiento, según la sociedad, si no somos así sólo formamos parte de la masa, no somos nada. Esto, por supuesto no está bien.

Tal vez serás una muchacha joven, tendrás 20 años. Puede que seas una recién casada y tu edad no pase de los 26 años. Quizá ya tienes un hijo, o dos. ¿Podría ser que eres una mujer con la juventud de los 35 años? Tal vez 45 o 60…La edad que tengas, ¿Has pensado en los tiempos que nos ha tocado vivir? Nuestra era ha sido conocida como la era de las comunicaciones y la sofisticada tecnología, pero también es la era del no saber quien se es, ni para lo que estás aquí. Y si no sabes quién eres, si no conoces el maravilloso potencial que el mismo Dios del amor te brindó al crearte mujer y si mucho menos sabes para lo que estás aquí ¿Cómo pedirte que creas en tí?

¿Cómo saber quién soy yo? Sólo sabrás quien verdaderamente eres si te metes de cabeza a iniciar una amistad con Dios. La angustia que la mujer tiene de Dios en nuestro tiempo, ni ella misma lo sabe. Piensa que el vacío que siente es porque no hay un hombre que la ame; las depresiones que experimenta las relaciona muchas veces con la carga excesiva de trabajo; si es soltera se desespera por casarse. Si pasó de los 25 años empieza a aceptar migajas con tal de no estar sola. Si ya está casada se encierra en sí misma y se martiriza pensando en que tal vez se equivocó al escoger al hombre de su vida. Puedo dar muchos más ejemplos. Pero todos nos llevarán a lo mismo.

Nuestra soledad, nuestra melancolía, nuestra tristeza, nuestro desánimo, nuestra frustración es el bullir silencioso de nuestra alma, de nuestro espíritu que expresa a través de estos estados emocionales su necesidad natural de relacionarse con Dios. Piensa en esto, pues así es como se va construyendo la conciencia de nuestra relación con Él. Esta conciencia terminará llevándote a una pregunta crucial: ¿quién soy yo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy lindo post, Loreto... En verdad lo que nos hace auténticos y felices es el conocimiento de nosotros mismos... Me gustó mucho tu apreciación acerca de este tema.
Gracias por tu visita a mi blog, te doy la bienvenida... Saludos