Benedicto XVI a los jóvenes: «Tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe»

lunes, enero 09, 2012

UNA HISTORIA QUERIDA POR DIOS




“Dios Nuestro Señor fue preparando las cosas para que mi vida fuese normal y corriente, sin nada llamativo. Me hizo nacer en un hogar cristiano, como suelen ser los de mi país, de padres ejemplares que practicaban y vivían su fe”, comentaba san Josemaría en el año 1964.

Nació Josemaría a última hora de un día de invierno, hacia las diez de la noche. Por esta razón, un tanto humorísticamente, calificaba sus primeros momentos como pasos de “noctámbulo”, pues había comenzado a vivir teniendo toda una noche por delante. Aunque en ese dicho apuntaba, más bien, una velada alusión a la larga noche de oscuridades que, durante años, envolvió su misión espiritual.

Al día siguiente, 10 de enero, se le inscribió en el Registro Civil, donde quedó asentado, entre otros datos, «Que dicho niño nació a las veintidós del día de ayer en el domicilio de sus padres, calle Mayor, nº 26. Que es hijo legítimo de D. José Escrivá comerciante, de 33 años, y de Dª Dolores Albás, de 23 años, naturales de Fonz y Barbastro respectivamente. Que es nieto por línea paterna, de D. José Escrivá, difunto, y de Dª Constancia Cerzán [sic], naturales de Peralta de la Sal y Fonz respectivamente. Y por línea materna, de D. Pascual Albás, difunto, y de Dª Florencia Blanc, naturales de Barbastro. Y que el expresado niño ha de ser inscrito con los nombres de José María, Julián, Mariano».

Días más tarde, el 13 de enero, fiesta litúrgica de la octava de la Epifanía, en que se conmemoraba el Bautismo del Señor, el Regente de la Vicaría de la catedral de Barbastro impuso al niño, en la pila bautismal, los nombres que figuraban ya en el Registro Civil: José, por ser el del padre y del abuelo; María, por devoción a la Virgen; Julián, por caer en el Santoral del día; y Mariano, en atención al padrino de bautizo.

Las dos caras de la historia de un santo
Dios había pensado en un hombre, san Josemaría Escrivá, para llevar a cabo el Opus Dei. En ese proyecto divino empleó don Josemaría toda su existencia. Lo cual vale tanto como afirmar que el carisma recibido actuó, durante todos esos años, dentro de su alma; identificando su persona con el Opus Dei. Haciéndose, él mismo, Opus Dei. Dios, como un Padre hace con su hijo, enseñó a Josemaría la “lógica divina”, a veces tan desconcertante y lejos de la “lógica humana”, porque ésta juzga y obra según criterios terrenales. Los juicios de Dios, por el contrario, reposan amorosamente en el sentido de la filiación divina; en la Cruz, signo gozoso de la victoria de Cristo; en el poder ilimitado de la oración, en la oculta fecundidad de las contradicciones...

Abrir brechas hacia el Cielo
San Josemaría tomó dócilmente sobre sí el secundar los designios de Dios. No volvió las espaldas al mundo. Se interesó por su marcha y progreso. Puso audacia y optimismo en sus afanes apostólicos. Proclamó que la santidad no es tan sólo para los privilegiados. Abrió, en fin, con su mensaje los caminos divinos de la tierra. Caminos de santificación para todos los que, en medio del mundo, trabajan por amor a Dios y a los demás hombres.

Fuente: Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, (I).

2 comentarios:

Ohú dijo...

Y a mí que me suena!!!
Gracias por recordarme que hay vidas que vale la pena vivir, y una puede ser la mía...

FASHIONGIRLS dijo...

Toda vida merece la pena ser vivida aunque por fuera parezca inutil...